por Alex Tejedor
En mi trayectoria profesional, he aprendido que en un mundo hiperconectado y saturado de mensajes publicitarios, la batalla por la atención del consumidor se ha convertido en un reto de proporciones épicas. Las marcas ya no pueden conformarse con lanzar mensajes unidireccionales y esperar a que calen en una audiencia cada vez más exigente y escéptica. He comprobado que la clave del éxito ya no reside en el «qué» se comunica, sino en el «cómo» se hace. Aquí es donde el marketing experiencial se ha convertido en la gran apuesta dentro de la comunicación estratégica de las marcas.
No considero el marketing experiencial una tendencia pasajera ni un capricho de la industria. Para mí, es una transformación radical en la forma en la que las marcas interactúan con su público. Se trata de crear experiencias inmersivas, memorables y emocionalmente impactantes que conecten con los consumidores de una manera auténtica y significativa. Pero más allá de la emoción, la gran pregunta es: ¿se puede medir su impacto? Mi experiencia me dice que sí, sin duda.
La experiencia como el Nuevo Algoritmo de la comunicación
He visto cómo los algoritmos dominan el mundo digital. Son ellos quienes deciden qué contenido es relevante y qué no. Pero en el mundo offline, hay otro tipo de algoritmo que define la relevancia de una marca: la experiencia. Una experiencia bien diseñada genera conversación, viralización y, sobre todo, conexión real con el público objetivo.
Lo que me apasiona del marketing experiencial es que permite que los consumidores no solo sean receptores del mensaje, sino participantes activos de la historia de la marca. Esto genera un engagement superior, ya que las experiencias bien diseñadas activan los sentidos, generan recuerdos duraderos y provocan reacciones emocionales más intensas que las que haya visto en cualquier anuncio en redes sociales o televisión. ¿Cómo medir el éxito de una experiencia? Uno de los grandes mitos que he escuchado sobre el marketing experiencial es que es difícil de
cuantificar. Nada más lejos de la realidad. Hoy en día, podemos utilizar múltiples herramientas que permiten medir el impacto real de una acción como la métrica ROX (Return of Experience) o KPIs mas comunes como:
Tiempo de permanencia: ¿Cuánto tiempo dedica el usuario a la experiencia? Un evento que mantiene al público cautivado durante horas es una señal de éxito.
Engagement digital: Medición de menciones en redes sociales, hashtags utilizados, interacciones en plataformas digitales y tráfico web derivado de la experiencia.
Conversiones directas e indirectas: Desde la captación de leads hasta el impacto en ventas o la fidelización de clientes.
Análisis de sentimientos: Uso de herramientas de inteligencia artificial para medir la percepción de los asistentes en tiempo real.
Recurrencia y recomendación: ¿Los asistentes volverían a participar? ¿Recomendarían la experiencia a otros?
Desde mi experiencia en la industria he visto cómo la comunicación de marca ha evolucionado de manera acelerada. Lo que antes funcionaba en medios tradicionales hoy ha perdido fuerza frente a una audiencia que busca autenticidad. He sido testigo de cómo eventos bien ejecutados pueden transformar la percepción de una marca en cuestión de horas, creando conexiones que perduran mucho más allá del evento en sí.
Para mí, el marketing experiencial es la forma más honesta y efectiva de comunicar. No se trata de una simple activación, sino de construir recuerdos y vivencias que asocien la marca a momentos significativos en la vida del consumidor. Cada vez que veo a una persona emocionada participando en una experiencia de marca, sé que estamos haciendo las cosas bien. Ese brillo en los ojos, esa sonrisa genuina, esa conversación entusiasta que se genera después… son señales inequívocas de que la marca ha logrado un impacto real.